Llega a los cines argentinos, «The Watchers», también llamada «Observados» en Latinoamérica, la opera prima de Ishana Night Shyamalan y producida por su padre, M. Night, con actuaciones estelares de Dakota Fanning, Georgina Campbell, Oliver Finnegan y Olwen Fouere, en una historia inmersa en fantasía, mitología irlandesa y planteos humanistas envueltos en drama, basada en la novela de mismo nombre de A.M. Shine.
«Mina, interpretada por Fanning, una artista de 28 años, que queda varada en un extenso bosque virgen en el oeste de Irlanda. Cuando Mina encuentra refugio, sin saberlo, queda atrapada junto a tres extraños que son observados y acechados por criaturas misteriosas cada noche.» Esto es lo que reza la trama de estos 106 minutos en los que desde el primer segundo se cae en clichés que el nombre propio por el cual esta película es conocida, es decir, Shyamalan nos acostumbra dar hace casi 30 años con recursos ya repetidos y usados que se vuelven olvidables al terminar la proyección. La historia tiene sus giros, su famoso plot twist con el fin de dejar atónita a la persona que esté frente a la pantalla, pero que a estas alturas se venía avisando desde el vamos si se sigue con atención cada recoveco de lo sucedido uniendo los lazos escondidos a plena vista. El guión pierde fuerza, la química entre los actores se vuelve cada vez más forzada y lo que más se termina salvando es la labor del director de fotografía Eli Arenson, conocido por su trabajo en la recomendadísima «Lamb», y algún que otro plano o efecto de tensión ante las situaciones de mayor suspenso.
Constantemente el foco permanece en la vida de Mina pero la falta de empatía hacia lo que le acontece además de una subtrama introspectiva de sus traumas familiares y relaciones jugando y mechando con el mensaje del film que ronda ante el sentido de pertenencia, el papel que cumple el ser humano para con la naturaleza y lo que desconoce, y el sentirse único o única en un mundo plagado de espejos y observaciones. Si bien dicho enfoque podría ahondarse de una manera mucho más elaborada, Ishana toma el camino de parodiarse a sí misma cayendo en las mismas idas y vueltas que tiene la filmografía de su antecesor.
De simbolismos, mensajes confusos y mucha mística, el universo del apellido Shyamalan pasa por un presente difuso y que tambalea hace tiempo con producciones como «Old» y «Knock At The Cabin». Hay mucho del padre en la visión de su hija que termina hincando en el devenir de una película superflua y que atenta a ser más de lo que es con el fin de complejizarse sabiendo de antemano que podría tomar un camino mucho más sencillo. La conclusión pasa por un lado más anecdótico más que por otra cosa y continúa en el plano de decepción que viene arrastrando después del fallido final de la trilogía con «Glass», sucesora de «Unbreakable» y «Split». Y es verdad, estoy nombrando las incursiones del Shyamalan mayor, pero desgraciadamente este desastre que se avecina ya es familiar.